La caída en desgracia de un alavés «traidor»
El conde de Salvatierra, aliado de los comuneros de Castilla, dividió la provincia en dos bandos y se enfrentó al emperador Carlos I. Esa fue su perdición y la de los Ayala.
Publicado en El Correo el 27 de octubre de 2015. Paco Góngora.
La llamada Guerra de las Comunidades, la rebelión de algunas ciudades y de la baja nobleza castellana contra el poder imperial de los Austria fue un episodio central del siglo XVI y la Historia de España. El castigo a los cabecillas fue terrible: la decapitación en la plaza pública sin piedad alguna. Cayeron unas 100 cabezas en el patíbulo. Aquellos rebeldes a los que se ha dado siempre un halo de justicieros y héroes decían defender al pueblo y así lo hacían en sus reivindicaciones, pero como se demuestra en el caso del conde de Salvatierra, Pedro López de Ayala, el hombre más poderoso de la provincia alavesa, la verdadera realidad es que defendían sus propios intereses.
No es muy conocida la historia de los comuneros alaveses, pero existió y con mucho derramamiento de sangre como veremos. Además significó la decadencia de la que entonces era la familia noble más importante de Álava: los Ayala. Para los que buscan interpretaciones sobre intenciones de unos y otros hay que decir que en este caso el pueblo alavés en su conjunto se puso a favor del emperador.
El 27 de diciembre de 1520 las Juntas Generales ya se muestran partidarias de Carlos cuando notifican al condestable de Castilla y al duque de Nájera, virrey de Navarra, los movimientos del conde. Pero Pedro López de Ayala había enviado 300 hombres a la villa de Salvatierra de la que era señor para preparar acciones de guerra. Sigo a continuación el texto escrito por el profesor Ricardo Cierbide en el artículo ‘Participación de las Tropas alavesas en la conquista del Reino de Navarra’ del libro ‘Los ejércitos’, de varios autores y editado por la Fundación Sancho el Sabio.
Al servicio del rey
El 16 de febrero de 1521 las Juntas acuerdan ordenar una leva de soldados al servicio del rey, en abierta hostilidad frente al conde. Con la misma fecha vuelve a notificar al condestable de Castilla, que se encontraba en Burgos, que los partidarios del conde de Salvatierra exigían a sus vasallos el servicio de armas en contra de la Provincia y que las Hermandades de Ayala y Salvatierra se habían ausentado de las Juntas ante el temor de represalias de su señor.
El ambiente se fue caldeando y Diego Martínez de Álava, el segundo diputado general (el primero había sido también un Ayala), se enfrenta a su gran enemigo. Pedro López de Ayala, señor de Ayala y conde de Salvatierra, representaba a la nobleza que estaba viendo mermados sus intereses y privilegios por una naciente clase de funcionarios que eran los pilares del nuevo estado. Además, aprovechando la crisis de autoridad tras la muerte de los reyes católicos y la marcha de Carlos I a Alemania, aspiraba a ampliar su poder en Álava.
La Junta de los comuneros reunida en Tordesillas, oídas las quejas del conde de Salvatierra, ordenó la destitución de Diego Martínez de Álava y el nombramiento de Pedro López de Ayala como capitán general con la misión de actuar militarmente entre la costa cantábrica y el norte de Burgos obstaculizando el envío de armas desde Vizcaya y Guipúzcoa a las tropas de Carlos I. El condestable de Castilla, Íñigo de Velasco, sabedor de las intenciones del conde ocupó su villa de Ampudia (Palencia). El comunero alavés respondió con la amenaza de apoderarse de Vitoria y arrasarla si la ciudad no pasaba a su bando y le entregaba a Diego Martínez de Álava y a su hermano.
Los cañones de Arratia
Como preparativo a la batalla que se iba a producir, el condestable de Castilla mandó traer las piezas de artillería que guardaban en Fuenterrabía así como pólvora de Vizcaya y transportarlas a Vitoria con destino al sitio de Burgos, que se había mostrado comunera. Avisado el conde de Salvatierra de dicha operación juntó un ejército de 10.000 hombres al mando de su capitán Gonzalo de Baraona y se apoderó tanto de la pólvora como del destacamento que traía las piezas de artillería. Ocurrió el 4 de marzo en el valle de Arratia. Otras fuentes aseguran que los cañones fueron inutilizados por los propios realistas a mazazos. De allí se dirigió a Vitoria con 13.000 hombres y con la intención de tomarla y saquearla. El saqueo era la manera de pagar a los soldados y se repitió en las ciudades conquistadas por unos y por otros.
Diego Martínez de Álava y su hermano Pedro, así como sus hijos y gentes de su entorno, se refugiaron en la villa de Treviño que pertenecía con el condado de su nombre al duque de Nájera. Allí esperaron a Manrique que venía con tropas de refuerzo procedentes de Navarra. Unidas las tropas del condestable junto a las recién llegadas y las de las Hermandades, quemaron la torre de Andagoya, propiedad del conde de Salvatierra y entraron en Vitoria en nombre del emperador. Prosiguieron su marcha ocupando la villa de Salvatierra después de saquear las tierras del conde, que se vio obligado a refugiarse en sus dominios del valle de Ayala con objeto de reunir las fuerzas necesarias para recuperar su señorío, según cuenta Micaela Portilla en ‘Torres y casas fuertes en Álava’.
Salvatierra contra Ayala
Diego Martínez de Álava y su hermano Pedro, así como sus hijos y gentes de su entorno, se refugiaron en la villa de Treviño que pertenecía con el condado de su nombre al duque de Nájera. Allí esperaron a Manrique que venía con tropas de refuerzo procedentes de Navarra. Unidas las tropas del condestable junto a las recién llegadas y las de las Hermandades, quemaron la torre de Andagoya, propiedad del conde de Salvatierra y entraron en Vitoria en nombre del emperador. Prosiguieron su marcha ocupando la villa de Salvatierra después de saquear las tierras del conde, que se vio obligado a refugiarse en sus dominios del valle de Ayala con objeto de reunir las fuerzas necesarias para recuperar su señorío, según cuenta Micaela Portilla en ‘Torres y casas fuertes en Álava’.
La villa de Salvatierra no se adhirió al movimiento comunero, a pesar de las reiteradas órdenes de quien era su señor y éste trató de conquistarla llegando a incendiar algunas casas. En la defensa de la villa destaca el comandante de los defensores Martín Martínez de Oquerruri. La llegada del condestable con sus tropas y las de Manrique de Lara, hijo del duque de Nájera, junto con los alaveses capitaneados por Diego Martínez de Álava, hizo huir al conde.
La ciudad de Vitoria se preparó ante el peligro de que Pedro López de Ayala tomara represalias y concentró hasta 800 hombres dentro de sus muros junto con las tropas enviadas por el condestable desde Haro, La Puebla de Arganzón y San Vicente de Arana, entre las que se encontraba el capitán Martín Ruiz de Avendaño, emplazando en las murallas hasta 40 piezas de artillería. Con estos refuerzos, los del duque del Infantado, Hurtado Díaz de Mendoza y las hermandades de Ayala y Llodio, y tras varias escaramuzas, los dos ejércitos entablaron combate entre Gamarra y Retana, cerca de Durana, donde el duque fue derrotado. El Ayala consiguió huir a Portugal pero su capitán, Gonzalo de Baraona fue apresado con 600 hombres. Ocurrió el 9 de abril de 1521. El jefe de los imperiales fue Martín Ruiz de Avendaño, del solar de Urquizui.
Al terminar la guerra el conde de Salvatierra fue condenado en rebeldía, como traidor, a morir decapitado y a la pérdida de su mayorazgo y condado, así como de todos sus bienes, villas y lugares. Los Ayala cayeron en desgracia. Sus escudos fueron arrancados de sus posesiones en Vitoria y su palacio requisado. Otros cien nobles e hidalgos que encabezaron la revuelta fueron decapitados, entre ellos el obispo de Zamora Antonio de Acuña. Pedro López de Ayala, sin embargo, murió en la cárcel de Burgos tres años después tras intentar conseguir el perdón del rey. Se sabe que murió desangrado y con los grilletes puestos en la casa del Conde de Salinas. Su hijo Atanasio recuperó muchos de los territorios expropiados, a excepción de Salvatierra y las fortalezas de Bernedo y San Adrián que pasaron a su feroz contrincante y vencedor, Diego Martínez de Álava, y a la muerte de éste, a sus nietos Juan de Álava y a su hermano Francés de Álava, capitán de artillería y miembro del Consejo Real. La fortaleza de Salvatierra quedó desmochada e inhabitable en 1592. En Salvatierra es notable el conjunto del escudo imperial en agradecimiento a Carlos I por liberar la villa del señor de Ayala que se encuentra en la iglesia de Santa María.
También Vitoria guarda recuerdos de esta época como el nombre de la calle Portal del Rey, en agradecimiento a Carlos I, que juró los fueros en 1524.
Un asunto de faldas
¿Cuáles fueron las razones por las que el conde se alineó con los comuneros teniendo en cuenta que la mayoría de la nobleza castellana se quedó tras las dudas iniciales con el rey?
La historiadora Rosario Porres en el capítulo »De la Hermandad a la provincia (siglos XVI-XVIII)’ del libro Historia de Álava, señala que «algunos han insistido en el temperamento díscolo e indisciplinado del conde, su carácter violento, del que su propia familia fue víctima en numerosas ocasiones. Otros han argumentado su enemistad con el diputado general de Álava, Diego Martínez de Álava. El antagonismo alcanzó incluso tintes personales por la protección proporcionada por el diputado general a la segunda consorte del conde, Margarita de Saluces y Foix , quien separada tempestuosamente de éste, se había llevado consigo a sus hijos a su refugio vitoriano. Pero también debió jugar sin duda el orgullo de casta de una aristocracia sometida durante largo tiempo por un poder real fuerte y que intentaba encontrar en la provincia ese primer plano que un funcionario como Diego Martínez de Álava le había arrebatado. El triunfo comunero en Álava habría representado posiblemente un aumento del poder señorial de las casas de Ayala y el Infantado, con menoscabo de las atribuciones de las Juntas Generales de Hermandad. Se añadieron a estas causas al menos otras dos no menos importantes. Su enfrentamiento con sus vasallos de Ayala, Urcabustaiz, Arceniega o Salvatierra, algunos de los cuales querían pasar a ser de realengo, sobre quienes trató de incrementar su poder incurriendo en malos usos feudales. Y, por último, su enemistad con otros miembros de la alta nobleza castellana, en especial con el condestable Íñigo Fernández de Velasco, gobernador del reino en ausencia del emperador Carlos. Ambos mantenían viejas rencillas por ciertas tierras: unas situadas en Palencia en las que desde mediados del siglo XV los Velasco se habían erigido como la familia más poderosa; otras, en Álava, los estratégicos valles de Cuartango, Ayala, Llodio y Oquendo, territorios fundamentales en el tránsito del nordeste de Castilla, que señoreaba total o parcialmente el conde de Salvatierra.
La derrota en Durana tuvo el efecto contrario de lo que perseguía: el fin del pretendido reforzamiento del poder señorial en Álava y el fortalecimiento de la figura del diputado general en el entramado de la provincia.
En la fotografía: ‘Ejecución de los comuneros de Castilla’, de Antonio Gisbert Pérez (1860).