Álava en las campañas militares de Fernando, “el Católico”

Los alaveses que conquistaron Navarra para Castilla

La participación de las tropas alavesas en las contiendas de Castilla con el Reino de Navarra, entre 1503 y 1522, fue tal que el propio Fernando el Católico, artífice de la conquista, dio su felicitación a las Juntas Generales de Álava

Publicado en El Correo el 12 de mayo de 2015. Paco Góngora.

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La participación de las tropas alavesas en las contiendas de Castilla con el Reino de Navarra, entre 1503 y 1522, fue absoluta y entusiasta. Hasta el punto que las Juntas Generales recibieron la felicitación de Fernando el Católico, artífice de la conquista, que aprovechó sus disputas con Francia para anexionarse a la fuerza el viejo reino. Un artículo de Ricardo Ciervide titulado ‘La participación de las tropas alavesas en la conquista del Reino de Navarra’, incluido en el libro de la Fundación Sancho el Sabio ‘Los ejércitos’ explica con detalle los diferentes momentos que vivió la provincia aquellos años.

Desde 1332 Álava deja de ser señorío para incorporarse plena y definitivamente al reino de Castilla, aún con ciertas garantías de autogobierno. Es lo que se denominó la Voluntaria Entrega. Uno de los aspectos que la provincia estaba obligada a cumplir era participar en el esfuerzo bélico de Castilla. Salado, Algeciras, Granada, guerras civiles a favor de Juan II, fueron algunos de los conflictos en los que intervinieron los alaveses.

De nuevo en 1503, Fernando el Católico pidió a las Juntas Generales 1.200 peones, 800 de ellos armados y 400 ballesteros. Cada uno debía llevar sus armas y sus uniformes. El capitán de esa tropa no era otro que el diputado general, en ese caso Diego Martínez de Álava . El entusiasmo de los vecinos era muy escaso por lo que el reclutamiento se hacía bajo pena de castigo. El reclutamiento se repitió en 1511 con un nuevo enfrentamiento contra Navarra. El rey católico estaba decidido a la conquista del reino y pidió a Álava 400 peones azadoneros para arreglar los caminos a fin de traer la artillería del castillo de Fuenterrabía y ponerla al servicio del ejército castellano que se estaba concentrando en Miranda de Ebro. Los procuradores de las Juntas Generales protestaron por la demanda y el rey lo aceptó.

Peones y carros para invadir Navarra

Sin embargo, el 7 de julio, el mismísimo Duque de Alba se dirigió a las Juntas, reunidas en el convento de San Francisco, para pedir a la provincia 2.000 peones, 400 carretas y todas las acémilas posibles para el transporte de las piezas de artillería y aprovisionamiento del ejército que se disponía a invadir Navarra por el Oeste. Tras negociar las Juntas y el duque, la cosa quedó en 1.500 peones, pero todos los carros. A pesar de que exigían los junteros que todo eso lo pagara el rey lo cierto es que Álava adelantó el dinero para pagar, equipar y alimentar a los soldados.

Engañando a los reyes navarros a los que Fernando decía que las tropas eran para luchar contra el turco, primero, y contra los franceses después, se fue formando un gran ejército: 1.000 hombres de armas, 2.500 a caballo, 6.000 infantes y 28 piezas de artillería. En la caballería, la flor y nata de la nobleza castellana y aragonesa. La infantería estaba formada por soldados veteranos de los Tercios de Gonzalo de Córdoba con grandes militares. El 19 de julio se agregaron 3.000 peones de Gipuzkoa y unos días después 2.000 alaveses. En total sumaban 17.000 hombres mandados por el duque de Alba, que había acantonado las tropas en Vitoria. Otros 10.000 ingleses se enfrentarían a los franceses si estos intentaran ayudar a Navarra. La internacionalización de los conflictos en la península ibérica viene de lejos.

Tras algunos escarceos en Irurzun, el duque de Alba consiguió la rendición de los pamploneses sin batallar. En poco más de mes y medio, las ciudades navarras fueron cayendo, todas menos Estella.

Estella, baluarte de la resistencia

Señala Ciervide que las Juntas Generales ansiaban participar como protagonistas en la toma del castillo de Estella, último baluarte de la resistencia navarra y para ello solicitaron tal «honor» a Fernando el Católico, quien respondió el 6 de octubre a Diego Martínez de Álava «condescendiendo con los marciales deseos de esta provincia, les otorgó el permiso de conquistar con su gente la fortaleza de Estella».

El 14 de octubre, el rey aragonés se dirigió de nuevo desde Logroño al diputado general y a las Juntas de Álava ordenándoles la puesta inmediata de 1.200 hombres con la promesa de pagar a todos por medio de su capitán Antonio de Fonseca. Seis días más tarde urge al diputado general que la toma debe hacerse exclusivamente con milicias alavesas.

El 27 de octubre en junta reunida en Vitoria, en la cámara del concejo (Convento de San Francisco) se decidió reclutar «así padres como hijos» bajo pena de muerte para que acudieran a la toma del castillo de Estella, disponiendo repique general en toda la provincia, ordenando que «padre por hijo, todos vayan con sus armas a punto de guerra, luego a la ora a la ciudad de Estella, so pena de las vidas e perdimiento de todos sus bienes, porque asy cumple al servicio de sus altezas con mochila provista del mantenimiento necesario para ocho días. Las armas distribuidas entre la tropa alavesa, según consignan las actas de 1512 fue de 100 espingardas, 200 coseletes y 200 picas».

Aún hubo otras movilizaciones en 1512 tras los intentos de reconquista de Juan de Albret . De nuevo, los alaveses acudieron al llamamiento de Fernando el Católico y obtuvieron nuevas victorias frente a los navarros.

Tras la muerte de Fernando, los navarros volvieron a intentar reconquistar las ciudades perdidas. El 12 de febrero de 1516, Fadrique de Acuña, capitán general de las tropas castellanas solicitó a las Juntas en Vitoria 1.000 hombres ante el temor de una revuelta en el viejo reino. Pero de nuevo, las tropas castellanas impidieron la reconstrucción del reino. En esta ocasión el cardenal Cisneros ordenó la destrucción de todas las fortalezas del reino excepto las de Pamplona, Viana y Estella.

En todo este episodio emerge la gran figura de Diego Martínez de Álava, el segundo diputado general de la historia, al que veremos de nuevo actuar a favor del emperador en la Guerra de las Comunidades.


En la fotografía: ‘Fernando el Católico’. Óleo de Bernardino Montañés y Pérez, 1848 (Museo del Prado).

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