
Giotto, pintor principal del Trecento italiano e iniciador de una nueva escuela pictórica que llegará hasta el Renacimiento, es el genial autor del fresco que representa el nacimiento del Señor Jesús.
En la frenética carrera de deshumanización en la que parece alistado nuestro sufrido mundo, la elegante y serena pintura de Giotto nos conduce precisamente a la humanidad. Algo gue se realza con la exigente técnica de la pintura al fresco, que aporta un delicado acabado a la obra, como si de terciopelo se tratara.
Las escenas religiosas de Giotto humanizan los personajes divinos, los hacen partícipes de la realidad cotidiana, los convierte en auténticos seres humanos, evitando así su idealización. En esta escena del Nacimiento de Jesus percibimos una ternura, una emoción, una intensidad ciertamente humanas. Giotto elige dulcificar los personajes, bajarlos a la tierra, convertirlos en humanos. El evidente interés por lo trascendente no evita la vibrante comprensión de lo humano del pintor toscano.
Y es ahí donde radica el Misterio, osadía extrema, paradoja cándida: que haya que contemplar a Dios para aprender el rostro cabal del ser humana. Un Misterio hecho Fiesta. Una Fiesta hecha Encargo: humanizar tanto trazo inhumano.
Con mis mejores deseos
Gabon Zoriontsua eta Urte Berri On!
José Antonio Badiola Saenz de Ugarte
Decano